17/05/2024
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Lo invitó a hacer la tarea en la casa, lo degolló e intentó enterrarlo en el patio

A 12 años de un crimen que conmocionó Ituzaingó.



Pasó el tiempo. Pero, para algunos –en particular, los parientes de la víctima–, es como que el hecho ocurrió hace poco.
El viernes 28 de septiembre de 2007, un espantoso episodio sacudió a la sociedad de Ituzaingó. El caso fue aún más conmovedor por las edades de los protagonistas. La víctima, de 13 años, y el agresor, de 12. Los dos era compañeros de aula en la escuela. Rápidamente la noticia tuvo proyección nacional. El más chico invitó a Agustín Espeche (13) a realizar las tareas escolares en la computadora de su casa. Espeche aceptó y concurrió. 
El verdugo esperó el momento y lo sorprendió desde atrás. El filo del cuchillo abrió una profunda herida en el cuello causando una intensa hemorragia. Chorreando sangre, el herido alcanzó a correr hacia el portón en un intento de pedir auxilio y escapar. Pero se desplomó. Rápidamente lo volvió a ingresar a la casa arrastrándolo. Espeche moría desangrado. El chico había quedado solo en la casa. Cuando su madre regresó, porque el padre estaba en el trabajo, lo sorprendió baldeando el piso en un intento de limpiar las manchas de sangre que se desaparramaron por distintos sectores de la vivienda. En el patio estaba el cuerpo de Espeche, inerte, con la ropa empapada de sangre. Más atrás, en el patio, una fosa a medio terminar.


Avisaron a la policía y, en el frente del domicilio, los vecinos comenzaron a concentrarse movidos por la curiosidad. Poco a poco se fue conociendo cómo ocurrió el hecho. Al intervenir la Justicia y teniendo en cuenta la edad de los protagonistas, se dispusieron medidas amparadas por las leyes de protección al menor.

Un crimen preparado

El chico que había matado a Agustín reveló que desde julio tenía planeado el ataque, agobiado por las constantes molestias que sufría por parte de su compañero en la escuela. 
Al llegar la policía a la casa,  en medio de la conmoción familiar y vecinal, contó que estaban realizando la tarea de la escuela cuando entró un enmascarado  con capa  y los atacó. Hizo una descripción de esa figura. 
Pero, para la policía y la Justicia, en el relato había situaciones que no convencían. 


Demasiada imaginación, murmuraron, y volvieron a sentar al chico para insistir en que contara qué había pasado. Finalmente decidió confesar todo. Dijo que desde julio tenía pensador matar a Agustín por las contantes burlas que le hacía en la escuela. Ese día aprovechó que había quedado solo en la casa y lo invitó a realizar la tarea escolar teniendo en cuenta que Agustín no contaba con computadora. La víctima no vivía muy lejos. Antes de que su compañero llegara, cavó un pozo en el patio con la intenciones de enterrarlo, pero la maniobra no se concretó.
Fue precisamente el rastro de sangre y el pozo lo que llamó la atención de los investigadores y lo que les hizo pensar que las cosas no habían ocurrido como el niño de 12 años había dicho.
“Nada hacía presumir una actitud de estas características de parte de uno de ellos”, declaró uno de los maestros a la policía, “porque, salvo las situaciones comunes en todo preadolescente y que se dan en todo colegio, no había habido señales de que algo así podía ocurrir entre ellos”. 
Para preservar su seguridad y su salud mental, el chico fue alojado en el hospital local. Se adoptó una medida provisoria y ordenada por la Justicia. Un equipo multidisciplinario se ocupó de atender al chico. 
Desde ese momento se inició un tratamiento psicológico y psiquiátrico para ir haciendo un diagnóstico y en base a su patología se avanzó con el cuidado y la atención que el paciente requería. El fiscal confió que “si bien todo indica que el autor del hecho es el menor de edad que dijo ante la policía haber matado a su compañero, nosotros seguimos investigando”.
El fiscal de la causa, Eugenio Balbastro, sostuvo que “los tratamientos a los que puede llegar a ser sometido el detenido podrían realizarse bajo la supervisión de especialistas de manera ambulatoria o bien el juez puede decidir que quede temporalmente bajo la custodia de alguna institución especializada”. 
Una vez que le dieron el alta, la familia abandonó Ituzaingó y se radicó en una ciudad de una provincia del sur del país. Actualmente, el agresor tiene 24 años y no se sabe a qué se dedica.

Un abanderado que sorprendió a todos

El chico que mató a su compañero de colegio era un buen alumno. “Tenía muy buenas notas en el colegio e incluso había sido abanderado hace poco y no presentaba síntomas de violencia extrema”, recordaron los docentes, aquellos días posteriores al asesinato.
Lo definieron como “sumamente inteligente, con una rápida respuesta y muy despierto”. Ambos concurrían a la Escuela “Juan Bautista Alberdi”, de Ituzaingó. Según manifestaron los docentes y autoridades del colegio a la policía, ninguno de los dos tenía antecedentes de conductas violentas y eran muy buenos alumnos. Los niños se habían conocido ese año. Espeche había repetido 7º grado y su agresor había ingresado ese año a esa escuela.
El chico atacante vivía  junto a sus padres, aunque la mayor parte del tiempo estaba solo o con sus abuelos, quienes viven en la parte del frente de la vivienda. Lo criticaban por estar muchas horas navegando en Internet.