26/04/2024

“Bebés, se venden”, los fantasmas del pasado que sobrevuelan Corrientes



Los fantasmas nunca se van. Siempre están ahí. Más tarde o más temprano vuelven para saludar desde los lugares más impensados, removiendo emociones, reavivando dolores, buscando escribir o revelar nuevas historias, o buscando cerrar asuntos pendientes.
 
Están ahí, siempre presentes aunque no los veamos. Pero cuando aparecen, los recuerdos florecen y la curiosidad, ó tal vez alguna necesidad postergada, obliga a volver a mirar las viejas fotos que retratan el pasado que creímos dejar atrás.
 
Esta semana, una información difundida desde el Ministerio de Justicia de Corrientes anunció que ante la Justicia Federal fue presentada una denuncia que busca determinar donde fue a parar una beba nacida en 1993 en una clínica de Corrientes y que le fue arrebatada a su madre, menor de edad, para ser entregada vaya a saber a quién o bajo qué condiciones.
 
La búsqueda de Alicia Enríquez, aquella menor a la que le fue robada su hija, hoy una enfermera de 46 años que vive en el interior provincial, es uno de esos fantasmas del pasado que vuelven reclamando una Justicia que entonces no hubo en Corrientes para decenas de mujeres como ella. Esta historia, cruel, dolorosa, que exhibe heridas nunca cerradas desde hace 29 años, es la que nos lleva a revolver entre los álbunes casi olvidados de esas fotos del pasado.
 
En el caso de Alicia Enríquez, todo hace indicar que es uno más de los tantos que fueron sacados a la luz en 1994 por una investigación periodística del diario Clarín titulada: “Bebés, se venden” y que develaba “como y quienes trafican niños en Corrientes. La trama secreta del negocio más infame”.
 
Aquella investigación había sido realizada por un grupo de periodistas compuestos por Fabiana Fondevila y quien escribe estas líneas. Trabajaron además los periodistas Jorge Aulicino, Lucas Guagnini, Alejandro Caravario y Eva Maraboto. La primera, de una larga lista de publicaciones, se realizó en la segunda sección del diario el domingo 20 de marzo de 1994. La investigación alcanzó repercusión nacional e internacional, llegando a publicarse incluso en medios europeos.
 
Curiosamente, los medios de comunicación de aquel entonces en Corrientes no se hicieron eco de las denuncias, pero sí de los ataques furiosos del entonces gobernador de la provincia que, lejos de asumirlo como algo a resolver y evitar en el futuro, lo tomó como un ataque a la provincia y no dudó en gastar valioso tiempo en tratar de desacreditar la investigación y a sus autores. La práctica de la entrega, robo con engaño o venta de recién nacidos parecía ser algo natural en la región, o por lo menos para ese mandatario.
 
Los casos revelados en esa investigación que llevó meses tienen nombre y apellido de víctimas y también de culpables, y de parejas que, hasta desde Alemania, llegaban a Corrientes para “comprar” el hijo que no podían tener de manera natural. La Justicia provincial, ni la federal, por ese entonces a cargo de Vicente Soto Dávila, avanzó. Los casos de Corrientes, Esquina, Goya, General Paz, Pueblo Libertador, Sauce y otras localidades del interior provincial quedaron impunes.
 
Quienes terminamos entonces ante la Justicia fuimos si los periodistas, a quienes se pretendió obligar a revelar sus fuentes, y la religiosa Martha Pelloni, quien desde su lugar en el Colegio Santa Teresa de Goya había sacado a la luz algunos casos. Los responsables del robo y venta de esos recién nacidos, 8.000 dólares era el precio más habitual, y sus apropiadores a cambio de dinero, siguieron su camino como si nada hubiera sucedido.
 
29 años después, Alicia Enríquez se convierte en uno de esos fantasmas que vuelven para saludar desde su dolor, desde su historia inconclusa, desde sus deseos de, cuanto menos, conocer a su hija, aquella que le arrebataron de sus brazos días después de nacer. Su reclamo invita a poner sobre la mesa, la discusión, el debate, la investigación y la justicia que entonces no hubo, y que madres, padres, hermanos y claro, los chicos apropiados ilegalmente, hoy todos adultos, se merecen.
 
Los fantasmas del pasado están en Corrientes, y no sólo reclaman cerrar historias con Justicia; reavivan fuegos que parecían apagados, recuerdos, sentimientos reprimidos y ganas, ansias de reencuentros, sobre todo con la verdad y la justicia, aquella que en la década del 90 fue negada y que hoy, en la Justicia Federal, están depositadas las esperanzas de encontrarlas.
 
Alfredo Zacarías