18/05/2024
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​Stanovnik, a los correntinos: “El ser peregrino está en sus raíces, es parte de su identidad y de su misión”



“Lo opuesto a peregrino es errante o vagabundo. Vagabundo es el que gira sin ninguna dirección, porque no la tiene en su corazón […] En cambio, el peregrino no se adhiere a nada en este mundo, porque tiene su meta puesta más allá, y esa meta lo abarca de tal modo que no hay nada que le pueda robar el corazón”.
La frase pertenece a las reflexiones que brindó el arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, con motivo de la 40ª Peregrinación Juvenil del NEA, que compartió esta vez sin poder caminar hasta Itatí, como lo hizo varios años. Stanovnik se recupera de una cirugía oncológica. 
Para el arzobispo, el vagabundo “es un hombre frágil y expuesto a sensaciones ocasionales. La persona errante inevitablemente se convierte en adicta: en su corazón vacío de motivaciones, de sentido y de dirección en la vida, compromete su existencia con lo que tiene más a mano para olvidar y negar su triste condición: alcohol, droga, sexo. O también algo más refinado como son las ideologías, a las cuales se adhiere con un fanatismo irracional, convirtiéndose en un ser violento, incapaz para el diálogo abierto y la convivencia respetuosa en la pluralidad de opiniones y modos de vida”. 
La contracara es el peregrino, que “no se adhiere a nada en este mundo, porque tiene su meta puesta más allá, y esa meta lo abarca de tal modo que no hay nada que le pueda robar el corazón”.
“Todo lo vive en esa la luz que le llega desde la meta: en nuestro caso, desde el maravilloso misterio que se revela en la Tierna Madre de Itatí: Madre de Dios, a quien le pedimos, como primera gracia, que nos conceda un gran amor a su Divino Hijo Jesús”, señala en el escrito. 
“El peregrino es fraterno y solidario por naturaleza; es paciente, dialogal y siempre busca crear lazos de amistad. El peregrino es un enamorado de Dios, y, como tal, experimenta que lo único que en realidad vale en la vida es amarlo a Él con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas, y al prójimo como a uno mismo. Por eso, el peregrino, acompañado de su Madre, María de Itatí, no desvía su mirada de Jesús, y de Él aprende la verdadera espiritualidad que mueve al caminante”, reflexiona.
Stanovnik agradeció a los “hermanas y hermanos correntinos, por la experiencia de peregrino de la Virgen que ustedes me regalaron y que ustedes viven con tanta fe y entusiasmo”. “El ser peregrino está en sus raíces, es parte innegable de su identidad, y, al mismo tiempo también de su misión”, consideró. 
En su mensaje, el arzobispo compartió algunas anécdotas y reflexiones de su experiencia como peregrino junto con los jóvenes a Itatí, a lo largo de 70 kilómetros. 
“Con frecuencia llueve en esa época. Y así fue que el camino del atajo estaba intransitable, porque aún no se le habían realizado las mejoras que tiene ahora. Cuando se está a esa altura de la peregrinación, nadie habla y el cansancio es extremo. De pronto se sintió un grito y una chica se resbaló y terminó en charco de agua y barro. −No importa−, se escuchó en el silencio de la noche, −es la Virgen que nos espera−. Y se levantó toda embarrada y continuó el camino como si no hubiera pasado nada. ¡Qué fortaleza tiene la persona cuando tiene una meta clara en su corazón!”.
“Un antiguo carrito para bebé, de esos bien bajos, que servían también como cunita, con la parte metálica consumida por la herrumbre, y un bebé acostado en ella, estaba siendo empujado por una pareja joven, de apariencia muy humilde y rezando el rosario. Ya habían caminado más de 40 km en una noche fría. Me acerqué a ellos cuando habían terminado de rezar y empezamos a conversar sobre la edad de la criatura, el lugar de dónde venían, si estaban cansados, por qué peregrinaban, si era la primera vez que lo hacían, y así por delante. Me asombraron sus respuestas sencillas, claras y firmes, que luego me sirvieron para meditar y rezar durante las largas horas que aún restaban para llegar a Itatí. La respuesta que me quedó en la memoria hasta hoy, fue al preguntarles si no sentían algo de temor por el pequeño al exponerlo al frío y a un camino tan largo: −No, Padre, es la Virgen que lo cuida−. Y ante una respuesta así, guardé silencio, envuelto por el testimonio luminoso de fe y de confianza en María Madre que cuida de sus hijos más pequeños y pobres”.