28/03/2024

Un buscador enamorado, el mbiguá



Esta ave es conocida como “pato cuervo”, “cuervo de mar”, “yeco”, “cormorán biguá”, “mbiguá” o el criollo “biguá”, aquí oscilarán la denominación de biguá y mbiguá. En diferentes regiones de la provincia de Corrientes el agua está presente de manera permanente. En muchas de ellas el biguá es el ave que reina en el agua. Ya sea mirando el sol, secando sus alas abiertas, zambullendo en grupo, despegando junto al chapoteo del agua o arribando a alguna arboleda sobre el atardecer, para el descanso.
Cuando aún no lo conocemos, durante la infancia, el biguá es una extraña ave ya que al no tratarse de un pato se vuelve raro encasillarlo. Con el tiempo aprendemos a identificarlo y diferenciarlo de estos últimos. En el silencio de la siesta silvestre, escuchar el aleteo del mbiguá pintando los campos de verde es una maravilla. Vale la pena sentir el rumor cuando sobrevuelan cerca de los observadores.
Una de las imágenes que acompaña la presente publicación fue sacada a principios del mes de noviembre pasado, en esas siestas en que sólo algunas especies de la fauna silvestre pueden permanecer bajo los potentes rayos del sol. El biguá no estaba solo sobre las ramas del timbó. Sin embargo, el martín pescador mediano se protegía del calor primaveral, sobre las aguas del arroyo. Otra de las situaciones vividas nos encontró con un grupo de biguá en un espejo de agua de estero, en cercanías a un viejo puente de madera. Alejándose cómodos, algunos solos y el resto en grupo.


Características
Biguá (Phalacrocorax brasilianus) es totalmente negro. Se alimenta exclusivamente de peces. Excelente pescador, prácticamente vive en el agua. En cambio, el mbiguá mboy, con las mismas características, es de tamaño un tanto mayor y parte del plumaje cercano al cuello se vuelve blanco. Ambos nidifican en los árboles. Para preservarse de la humedad por el contacto con el agua, acostumbran exponerse al sol. Por su cuerpo alargado, la ubicación muy posterior de las extremidades y los dedos unidos entre sí por una membrana está muy adaptada para zambullirse y nadar. La cabeza es alargada, el pico relativamente prolongado y corvo en su extremo. Las alas son grandes, la cola larga y en forma de cuña toca el suelo cuando el ave está posada. Machos y hembras presentan el mismo plumaje.
Esta especie comprende a las aves pelecaniformes, aves acuáticas, marinas y de agua dulce, grandes y en general de hábitos ictiófagos, de distribución cosmopolita. Las patas son cortas, totipalmadas; los picos tan largos como la cabeza; las alas grandes. Son buenas voladoras, la mayoría nada bien, pero son pobres caminadoras. Tienen narinas pequeñas o carecen de aberturas externas, de modo que respiran a través de la boca. La lengua es diminuta. En general, crían en colonias de numerosos miembros. Colocan de uno a seis huevos. Son aves nidícolas.
“La característica principal quizás de esta especie se refleja en la forma de obtener alimentos. El biguá persigue a las presas bajo el agua y arponean los peces con sus picos o los atrapan con sus picos en ganchos”, explican desde un documento sobre la diversidad de aves actuales de la Unne.
Al principio de la primavera eligen las parejas y luego construyen los nidos. Estos pueden establecerse en los acantilados o con preferencia, si hay árboles, en ellos. Para anidar los mbiguás se reúnen en colonias que se llaman “Corveras”; compartiendo el lugar con otras especies como garza blanca, garza bruja, entre otras. El nido en sí es circular, de alrededor de 35 centímetros. Está hecho en base a ramitas de plantas del lugar. Ponen de tres a cinco huevos de cáscara dura, color blanco con algún tinte celeste. La incubación la realiza la hembra, pero es reemplazada por el macho en los momentos en que quiere alimentarse; dura alrededor de treinta días y luego nacen los pichones, los cuales son nidícolas y deben ser permanentemente alimentados por sus padres. Recién a los dos años se adquiere el plumaje definitivo.
El adulto no posee enemigos naturales, pero sí los huevos y pichones que son alimento de varias especies, quienes así controlan en forma natural las poblaciones de biguás. Es común verlo posado sobre las piedras o ramas que emergen del agua, con las alas abiertas secando las plumas.
Leyenda del Mbiguá
Según cuenta una antigua leyenda guaraní, Mbiguá era un joven esbelto, fornido y trabajador que vivía con su esposa, llamada Jerutí (torcaz), a orillas del bañado aledaño a un estero. Su rancho era modesto, pero no faltaba ni alimentos ni enseres. La belleza de su joven compañera, con quien no hacía mucho tiempo se había ligado, despertó los malsanos deseos de Kapi’igua (carpincho), quien vivía en la otra orilla y se había enamorado perdidamente de ella.
Un día, en que mbiguá salió de caza, el mal vecino aprovechó para llegar decididamente a la casa y llevarse por la fuerza la mujer ajena. Después de una desigual contienda, Jerutí, fue maniatada. El violento raptor la arrastró hasta su canoa y rumbeó hacia los más tupidos juncales. Mbiguá llegó a poco de ocurrido el hecho. Los rastros de lucha les dieron enseguida las pistas de lo que había sucedido. Sin demoras, se lanzó en persecución del secuestrador. El furor y la energía con que manejó el botador impulsaron a gran velocidad su pequeña canoa. La búsqueda no podía durar mucho, Mbiguá era ágil y conocía muy bien el lugar.
En poco tiempo les dio alcance, donde un gran espacio de aguas abiertas formaba un lago. Los hombres se trabaron en una lucha a muerte. Mbiguá fue el vencedor, pero, terminada la pelea y muerto Kapi’igua, la dulce Jerutí había desaparecido. El esposo, la llamó con frenética desesperación, la buscó por el juncal, por las orillas y hasta en el monte cercano. Sin embargo, sólo le respondió el silencio del estero. Rendido por las inútiles llamadas, lleno de angustia, se tiró al agua para buscarla, convencido de que se había ahogado.
Mbiguá se zambullía una y otra vez, sin descanso. Por momentos volvía a su rancho y al encontrarlo vacío, sin su amada esposa, reanudaba la afanosa búsqueda. Agotadas sus fuerzas se acostó sobre el pastizal, frente al rancho que albergó sus amores, rogándole a Tupá que le devolviera su querida. Así quedó dormido cuando cerraba la noche. En los días posteriores, los vecinos del lugar vieron que una espigada ave negra se posaba sobre la casa vacía. De tanto en tanto, volaba hasta el lago, se zambullía varias veces y retomaba al rancho. Recorría los alrededores con vuelos rápidos y nuevamente iba a lanzarse al agua.
Tupá lo había convertido en el actual mbiguá. Así cuenta esta leyenda un escritor paraguayo radicado en Corrientes. Del libro Los habitantes del río y sus vecinos, comentario y leyendas, por el escritor Girala Yampey.