18/04/2024

Un alto porcentaje de argentinos duermen mal, pero pocos consultan al médico

Especialistas dicen que el sueño es insuficiente cuando el tiempo que dormimos no nos alcanza para mantener el estado de vigilia y alerta durante el día. Las consecuencias pueden ser fatiga y déficit de atención, entre otras.



Los datos podrían ser contundentes por lo que no hay que dormirse. Se estima que los argentinos actualmente dormimos dos horas menos que hace 50 años y que cerca de 30% de las personas dice que duerme mal. Sin embargo, son muy pocos los que llegan a la consulta.
La Unidad de Medicina del Sueño de Fleni atiende unas 2.400 consultas por año y realiza unos 3.200 estudios de sueño. “Nuestra sociedad está en privación crónica de sueño. Sabemos que la gente tiene que dormir más, pero no es lo mismo para todos. Cada uno tiene una necesidad propia, que puede estar en un determinado rango según la edad”, explica el doctor Claudio Podestá, jefe del equipo de Fleni. “Una persona que necesita dormir 10 horas no es un vago”, enfatiza.
En el caso de los argentinos, tenemos un factor cultural muy importante. “Nuestro modo de vida condiciona nuestro sueño. Cenamos muy tarde, el prime time cultural también es tardío, pero nuestro día comienza como en el resto del mundo, sobre todo la escuela y la jornada laboral”, explicó el biólogo Diego Golombek, investigador de UNQ Conicet, al diario porteño Clarín que está llevando adelante la investigación Crono Argentina, que busca estudiar cómo y cuándo dormimos los argentinos.
Podestá coincide en que el factor social es muy influyente –y perjudicial– en materia de sueño. “En la sociedad se ha instalado un sinónimo de que pocas horas de sueño son signo de inteligencia, y es el peor concepto que podemos tener. Es más cool dormir poco, pero cada uno tiene que dormir lo que necesita”, dice el especialista.
Pero, ¿cuándo sabemos que las horas que dormimos no alcanzan? El sueño es insuficiente cuando el tiempo que dormimos no nos alcanza para mantener el estado de vigilia y alerta durante el día. Las consecuencias de esto pueden ser fatiga, somnolencia diurna, déficit de atención y en la capacidad de concentración, distracciones, mayor número de errores, cambios de humor, riesgo de abuso de estimulantes, menor rendimiento escolar y laboral. Otro de los problemas que puede traer la privación crónica de horas de sueño es una tendencia al sobrepeso y la obesidad –con todo el impacto que esto tiene para la salud–, síntomas físicos (como dolores y alteraciones digestivas), alteraciones hormonales y mayor riesgo de accidentes.
En general, tenemos una inadecuada higiene del sueño. “Muchos creen que pueden dormir cuando tienen ganas y no es así. Hay horas prohibidas, como por ejemplo la mañana”, dice Podestá. Esto es porque nuestro reloj biológico está programado para dormir cuando se hace de noche.
“La primera mitad de la noche –añade el especialista– es de sueño lento, de recuperación. Es un sueño profundo del que es difícil de despertar. La segunda mitad de la noche, durante la madrugada, se ponen en juego mecanismos que nos preparan para el despertar”.
“Hay algunos hábitos que se han instalado en la sociedad, en pos de mejorar nuestra salud, como la alimentación saludable, la importancia de la actividad física y el no al tabaquismo. Con el sueño todavía eso no pasa”, advierte Daniel Vigo, investigador UCA Conicet.
“Esto viene de una falsa percepción de que podemos extender la actividad más allá de los periodos de luz. Y en los últimos años han surgido muchos estudios que demuestran que no dormir es perjudicial. Durante el sueño el cuerpo se restaura, la actividad inmune es distinta, se regeneran tejidos y a nivel cerebral, se restauran los tejidos de neuronas”, dijo.